Un dato inútil

Cuento inédito

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Enero pega de lleno contra el parabrisas. Sin señal en el teléfono, Lupe se siente perdida, el motor del auto comienza a recalentar. Hace un par de horas que ve campo y cielo, que piensa en la pelea con Santiago, en esa sensación que no puede describir, en esa palabra que le falta.

En el asiento del acompañante, el maletín, un paquete de cigarrillos por la mitad, dos encendedores. En la radio, interferencias; las ventanillas abiertas, aire caliente. En ese aire, Santiago.

Cuando la luz roja del tablero se enciende, baja la velocidad, va hacia la banquina y para. Conoce las mañas del auto, hay que esperar. Baja del coche, exagera un estiramiento y mira alrededor. Hasta donde le dan los ojos solo ve pasto, en medio, el pavimento ondea mintiendo un espejo. Mira hacia la derecha y puede ver un grupo de árboles que, a menos de lo que podrían ser dos cuadras desde la ruta, resulta la única alternativa de sombra. Apenas se escucha el viento pasar, la sensación del silencio le resulta extraña, hace tiempo que no está así.

Saca las llaves del auto y camina hacia la arboleda. Quiere gritar, maldecir al auto y a Santiago por no haberlo llevado al mecánico cuando se lo pidió pero no lo hace. Avanza entre los pastos altos y secos con la mano sobre la frente punzada por el sol. Todavía le faltan unos metros para llegar a los árboles cuando fija la vista en ellos. Se levanta los anteojos, quieta, confirma lo que antes le pareció ver. Hace un giro completo con el cuerpo, ve la ruta, el auto, el campo y los arboles otra vez. En medio de ellos, una jirafa.

El animal le parece de terciopelo. Las pestañas, como abanicos, acompañan el masticar calmo de unas hojas. Lupe sonríe, vuelve a mirar alrededor. Quiere correr hacia ella como una niña en el zoológico pero no lo hace, el miedo le ata las piernas. Se pregunta si la jirafa podría atacarla, sacude la cabeza. No sabe nada de jirafas y menos que hacer con una en medio del campo.

De pronto, un dato inútil hasta ese día, se le revela desde el fondo de la memoria. Las jirafas no tienen cuerdas vocales, las jirafas no emiten ningún sonido. Es solo un animal silencioso, piensa y entonces se atreve, se acerca hasta quedar a su lado. Se sienta en un tronco y agradece con un suspiro la sombra. Pasa un rato así.

En esa quietud Lupe comienza a escucharse. Primero la respiración, el ir y venir del aire dentro suyo, luego el corazón como tambor lejano, se escucha parpadear también. Cierra y abre sus manos, oye la piel y su recorrido. La jirafa mira hacia la ruta y Lupe se escucha decir no quiero más esta sensación y niega con la cabeza, estoy cansada. Al hablar nota que su voz no tiene eco, choca contra el aire que la contiene.

Enseguida llega la pregunta: cuánto hace que no pruebo un beso nuevo. 

El motor del auto ya está frio. El viento sopla del sur y se lleva algunas palabras pero quedan las que se repiten: harta, deseo, riesgo, ausencia.

La jirafa baja el cuello por un momento. Lupe le confiesa que a veces piensa en anotarse en un curso cualquiera con gente de otro barrio, mentir su nombre, usar sombrero y esos vestidos hippies que tanto le gustan. Quiero ser otra, dice por fin, en voz tan alta que produce cosquillas en los oídos de la jirafa.

 

 

Stella Maris Leguiza

Es abogada y escribe ficción. Desde 2017, coordina el espacio Tiempo de Letras en Ciudad Jardín, gestionando encuentros de lectura y escritura. Además, realiza difusión de contenidos literarios en su perfil de Instagram. Ha publicado en antologías y revistas digitales, y ha sido reconocida en concursos literarios, incluyendo el Mundial de Escritura 2022. En 2023 publicó su primer libro de cuentos Mujeres impares con Enero editorial que, a la fecha, se encuentra en su segunda edición.

 

 


Fecha2/6/2025
Tiempo de lectura1 min

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